domingo, 8 de octubre de 2017

Yo?

Momentos en donde mi yo se desdobla, una situación de una elasticidad metafísica ceremoniosa, donde un pensamiento profundamente pesimista sobre ciertas cuestiones inherentes a la cotidianeidad de los pensamientos y las acciones pareciera ganarle progresivamente a la razón.

Luego una pronta sensación conciliatoria supera ese estiramiento 
y la tensión se equilibra.

Pero hay un placer que en el medio se niega a ser relegado por una simple decisión, 
o por un hartazgo selectivo, si acaso existiera tal tipo de hartazgo. 
O tal placer.

Y hay un sentimiento que es fructífero desde toda perspectiva, pero sin embargo en derredor se manifiestan otros actores que nublan la razón de esos sentimientos.

Para volver a ser yo nuevamente mientras estaciono el auto, por ejemplo.


Poema Del Miocardio

Hay corazones puros.
Hay corazones de chocolate.
Hay reinas de corazones.
Hay trasplantes de corazones.
Hay enfermos del corazón y corazones enfermos.
Hay operaciones a corazón abierto.

Hay piedras con forma de corazón y corazones de piedra
Hay bombones con forma de corazón y corazones que son un bombón.

Hay corazones que se forman con los charcos de la lluvia y
hay lluvias que te alegran el corazón.

Hay invitaciones a casamientos con forma de corazón.
Hay recetas para hacer con corazón y pulpas de frutas a las que llaman corazón.
Hay abuelas que llaman "corazón" a sus nietos, y también a sus hijos.
Hay cajitas y latas con formas de corazón.
Hay corazones helados y helados con forma de corazón.
Hay millones y millones de adornos que tienen de una u otra forma
la forma de un corazón y millones y millones de formas
de alegrarle o entristecerle a alguien el corazón.

Hay corazones que se donan.
Hay ataques al corazón.
Hay un "Ay, Corazón" en cientos y cientos de alegres canciones
y canciones que te parten el corazón.

Pero si hay un corazón que importa de veras
es el tuyo.
Cuidalo, corazón,
que es el único que tenés.






El cine bonito que estás viendo

Suelo ponerme extremedamente dubitativo cuando entro a Netflix, me jode un poco que no tenga la opción de ver el trailer; con lo cual la tibieza de las sinopsis parecen embaucarte un poquito más de lo normal. Y si hablamos de películas "de terror" podemos decir y afirmar también que uno jamás debe dejarse llevar por el poster, pero algo en la búsqueda por cierto apresurada de anoche me hizo decidirme por I am the Pretty Thing that Lives in the House. La imagen que acompañaba la sinopsis tenía una carga magnética de misterio que no pude evitar:


Debo decir que la búsqueda en Netflix las realizo desde la pantalla de mi celular. Tengo instalado en mi televisor LCD un pequeño dispositivo denominado Chromecast que me permite vincular mi celular (o cualquier dispositivo con Android) a través del wifi y proyectar en la pantalla del TV lo que se que ve en la aplicación previamente bajada al teléfono. Por lo que la imagen, dado que la ví primeramente a través de la pantalla del celular, me cautivó más. ¿Qué por qué?. Bueno, no lo se. O sí, pero ese es otro asunto.

Cuando uno se dispone a ver una película "de terror" sabe que va a encontrar ciertos clichés, o todos los clichés. Si bien alguna que otra vez alguna logra sobresaltarnos, con recursos que seguramente conocemos (pero aún así), nada escapa a la percepción final. Y es gratificante cuando una película escapa airosa y nos llama poderosamente la atención a medida que transcurre. Es el caso de I am the Pretty Thing that Lives in the House.


Doblemente cautivado me sentí cuando la protagonista, pasados apenas unos minutos, mira fijamente a la cámara mientras su voz en off recita con tono enigmático lo que parecen ser las líneas de una carta, quizás un libro. Ese tono enigmático dominará no sólo las líneas sino los planos fijos y los acertados movimientos de cámara que crearán desde la imprevisibilidad misma que logran momentos de exquisita tensión. Silencios prolongados, contemplación de la oscuridad, una película con un ritmo diferente, una exaltación a la lugubridad.

La historia es modesta: una enfermera, una anciana moribunda, una casa, y obviamente, un fantasma. Pero la efectividad en el uso de la cámara con un timing certero (y una iluminación escasa) se llevan el protagonismo de la película, la historia se cuenta con una cinematografía muy personal. Podemos sumar el clima literario, dado que uno de las personajes, la anciana, es escritora. Y otro, el —en este caso— la fantasma, quien es el personaje de uno de sus libros; por lo que el tono de lectura o recitado nos envuelve en un atmósfera muy particular.

Una grata sorpresa la película, sobre todo cuando uno no se lo espera en lo absoluto. La recomiendo para aquellos que gustan de experiencias distintas a lo que el género suele entregar.