martes, 6 de junio de 2017

El Faro de las Orcas

En una cena con amigos, un flaco me contó una historia que conocía de un viaje por el sur. Un tipo que con una armónica se metía al mar y atraía así a unas orcas y lograba quedarse cerca de ellas. Dijo que hasta habían hecho una película con la historia del tipo, me propuse recordar buscarla. Cosa que olvidé completamente al terminar esa noche.

Pero hace un par de días la encontré. Y no recordé la historia aquella en esa cena recién hasta algunos minutos después de iniciada la película. Un coincidencia pintoresca. O un juego de la memoria y de la intuición a la hora de decidirme a ver la película, porque no me sentía muy seguro, pero "algo" me animó.


La historia transcurre en la Patagonia, en la costa atlántica en la provincia de Chubut, en la República Argentina. Un detalle que también sirvió, es agradable ver cine nacional filmado lugares que si bien no he visitado, me resultan de alguna manera familiares por su parentezco geográfico con otras zonas de la Patagonia que sí conozco. Furriel es un guardafauna un tanto problemático que vive sus días en una cabaña al pie de un faro, y es visitado por un niño autista y su madre divorciada en busca de algún remanso para la condición del niño.

Furriel caracteriza a Roberto Bubas, un biólogo marino que cuenta: 

"Estaba tomando datos para un monitoreo científico de las orcas que visitan la Península Valdés, con fines de conservación. Y me metí al agua para estar más cerca y poder dibujar la forma de sus aletas. Un día, de un grupo de cuatro orcas, una se acercó a la costa donde yo estaba y me dejó un manojo de algas ante mis pies. Interpreté que querían jugar. Les tiré las algas mar adentro, las fueron a buscar y me las volvieron a traer. Así pasamos horas jugando. Me metí en el agua y nadé con ellas. Todos los días, después, a la misma hora, me buscaban para jugar. Así empezó el vínculo."

La increíble relación con las orcas salvajes sorprendió a los científicos del todo el planeta y lo llevó a ser protagonista de un documental en Animal Planet. Las imágenes que lo mostraban acariciando las orcas y metiéndose al agua con ellas, tuvieron un efecto casi mágico en un niño autista de nueve años. El pequeño se paró frente al televisor y tocando la pantalla gritó: "¡Yo, yo!". Fueron las primeras palabras que los padres escucharon de su hijo. Emocionados decidieron llevarlo hasta "el fin del mundo" para que pudiera conocer a ese guardafauna de la Patagonia. Creó un lazo con el niño y lo ayudó, en medio de la naturaleza que tanto ama, a conectarse con el  mundo. Esa relación lo inspiró a escribir un libro: "Agustín corazón abierto".


 La película cuenta con una fotografía soberbia. La amplitud y majestuosidad de los paisajes patagónicos ayuda. Tal vez lo más flojo sean los momentos (no todos) donde las orcas cobran protagonismo y éste sea reflejado a través de la animación (animatronic), pero con la certeza de saber que es un cine que no cuenta con un presupuesto hollywoodense para este tipo de trabajo, sale airoso de la apuesta. La trama es un cuento con una estructura prolijamente respetada, con actuaciones que sostienen cada hilo dramático que termina conectando a cada uno de los personajes, todo con un ritmo que no decae.

La historia apunta al lado más sensible del espectador, huelga decirlo; por lo que si usted se siente inclinado hacia ese lado con respecto a cierto estilo de películas, yo creo que la va a disfrutar. Yo sólo conocía de la historia lo que conté al principio. Ahora, si usted gusta por descubrir más acerca del personaje detrás de la historia, imagino que como espectador, su opinión será seguro, más allá de la obvia razón personal, un tanto distinta a la de quien suscribe. en tal caso o no, le dejo algunos enlaces donde puede leer más acerca de la historia de Roberto Bubas:




 

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