domingo, 5 de noviembre de 2017

¿Los Años Difíciles?

He aquí una serie de videos muy interesantes que he traído hasta aquí porque a su vez me he sentido sumamente atraído hacia la idea que se plantea; del amor que se tiene por aquello que fuera de toda pomposidad se hace por el simple placer de hacerlo. Tal vez las preguntas que surjan tengan que ver un poco con las expectativas que uno tiene sobre aquello que hace en mi caso, sentarme cada tanto a amontonar palabras sin más que la compañía de música, unos mates y esta lluvia matinal un domingo de noviembre sin tener la menor certeza de si acaso alguien está leyendo esto que ahora escribo— y con la relación emocional que tenemos todos indefectiblmente con la conectividad como el gran telón de fondo.  

Sugiero que los vean, además tienen subtítulos en español:


 
   

domingo, 8 de octubre de 2017

Yo?

Momentos en donde mi yo se desdobla, una situación de una elasticidad metafísica ceremoniosa, donde un pensamiento profundamente pesimista sobre ciertas cuestiones inherentes a la cotidianeidad de los pensamientos y las acciones pareciera ganarle progresivamente a la razón.

Luego una pronta sensación conciliatoria supera ese estiramiento 
y la tensión se equilibra.

Pero hay un placer que en el medio se niega a ser relegado por una simple decisión, 
o por un hartazgo selectivo, si acaso existiera tal tipo de hartazgo. 
O tal placer.

Y hay un sentimiento que es fructífero desde toda perspectiva, pero sin embargo en derredor se manifiestan otros actores que nublan la razón de esos sentimientos.

Para volver a ser yo nuevamente mientras estaciono el auto, por ejemplo.


Poema Del Miocardio

Hay corazones puros.
Hay corazones de chocolate.
Hay reinas de corazones.
Hay trasplantes de corazones.
Hay enfermos del corazón y corazones enfermos.
Hay operaciones a corazón abierto.

Hay piedras con forma de corazón y corazones de piedra
Hay bombones con forma de corazón y corazones que son un bombón.

Hay corazones que se forman con los charcos de la lluvia y
hay lluvias que te alegran el corazón.

Hay invitaciones a casamientos con forma de corazón.
Hay recetas para hacer con corazón y pulpas de frutas a las que llaman corazón.
Hay abuelas que llaman "corazón" a sus nietos, y también a sus hijos.
Hay cajitas y latas con formas de corazón.
Hay corazones helados y helados con forma de corazón.
Hay millones y millones de adornos que tienen de una u otra forma
la forma de un corazón y millones y millones de formas
de alegrarle o entristecerle a alguien el corazón.

Hay corazones que se donan.
Hay ataques al corazón.
Hay un "Ay, Corazón" en cientos y cientos de alegres canciones
y canciones que te parten el corazón.

Pero si hay un corazón que importa de veras
es el tuyo.
Cuidalo, corazón,
que es el único que tenés.






El cine bonito que estás viendo

Suelo ponerme extremedamente dubitativo cuando entro a Netflix, me jode un poco que no tenga la opción de ver el trailer; con lo cual la tibieza de las sinopsis parecen embaucarte un poquito más de lo normal. Y si hablamos de películas "de terror" podemos decir y afirmar también que uno jamás debe dejarse llevar por el poster, pero algo en la búsqueda por cierto apresurada de anoche me hizo decidirme por I am the Pretty Thing that Lives in the House. La imagen que acompañaba la sinopsis tenía una carga magnética de misterio que no pude evitar:


Debo decir que la búsqueda en Netflix las realizo desde la pantalla de mi celular. Tengo instalado en mi televisor LCD un pequeño dispositivo denominado Chromecast que me permite vincular mi celular (o cualquier dispositivo con Android) a través del wifi y proyectar en la pantalla del TV lo que se que ve en la aplicación previamente bajada al teléfono. Por lo que la imagen, dado que la ví primeramente a través de la pantalla del celular, me cautivó más. ¿Qué por qué?. Bueno, no lo se. O sí, pero ese es otro asunto.

Cuando uno se dispone a ver una película "de terror" sabe que va a encontrar ciertos clichés, o todos los clichés. Si bien alguna que otra vez alguna logra sobresaltarnos, con recursos que seguramente conocemos (pero aún así), nada escapa a la percepción final. Y es gratificante cuando una película escapa airosa y nos llama poderosamente la atención a medida que transcurre. Es el caso de I am the Pretty Thing that Lives in the House.


Doblemente cautivado me sentí cuando la protagonista, pasados apenas unos minutos, mira fijamente a la cámara mientras su voz en off recita con tono enigmático lo que parecen ser las líneas de una carta, quizás un libro. Ese tono enigmático dominará no sólo las líneas sino los planos fijos y los acertados movimientos de cámara que crearán desde la imprevisibilidad misma que logran momentos de exquisita tensión. Silencios prolongados, contemplación de la oscuridad, una película con un ritmo diferente, una exaltación a la lugubridad.

La historia es modesta: una enfermera, una anciana moribunda, una casa, y obviamente, un fantasma. Pero la efectividad en el uso de la cámara con un timing certero (y una iluminación escasa) se llevan el protagonismo de la película, la historia se cuenta con una cinematografía muy personal. Podemos sumar el clima literario, dado que uno de las personajes, la anciana, es escritora. Y otro, el —en este caso— la fantasma, quien es el personaje de uno de sus libros; por lo que el tono de lectura o recitado nos envuelve en un atmósfera muy particular.

Una grata sorpresa la película, sobre todo cuando uno no se lo espera en lo absoluto. La recomiendo para aquellos que gustan de experiencias distintas a lo que el género suele entregar.

domingo, 13 de agosto de 2017

Detalles Suspensivos

Sospecho que este año es un año que si el tiempo ha sido gentil conmigo y tenga acaso la lucidez de mirar hacia atrás más adelante, es un punto de inflexión en la reflexión siempre final del paso, justamente, del tiempo. La conciencia, el estado de conciencia de los días y el pasado que en algunos días se hace tan presente como muestra del camino que se transita hasta en los más pequeños detalles. Estaba esperando en el auto cuando sonó el celular y cuando lo saqué para mirar noté cuánto me costó poder leer correctamente, fue un acto instintivo que me sorprendió; y hasta tuve la certeza de que fue algo que sin dudas me había ocurrido con anterioridad, pero que no había dado real cuenta del mismo, como si hubiera estado en un estado de negación. Guardé en el más absoluto silencio la situación durante algunos días hasta que por fin lo comenté, cuando ya había pedido cita con el oftalmólogo. El resultado: presbicia. Ni siquiera había escuchado nombrar alguna vez esa palabra. El tipo me atendió como un verdulero, me despachó brevemente, pero siempre respetuoso. Claro, el asunto de la presbicia es un asunto común, al parecer. En menos de 10 minutos ya tenía en mis manos un papel con el cual debía yo adquirir un par de lentes, el mismo par de lentes que uso ahora mientras escribo. Lo que sí, me tomó casi una hora decidirme por el marco cuando fui a la ótpica. No es una decisión que se ha de tomar a la ligera, creo yo.

La verdad es que pensé que nunca iba a tener que usar lentes. Hasta hace algunos años atrás, mi vista era privilegiada, según un doctor. Pero este otro hizo añicos esa seguridad, y otra verdad es que esto no ha sido una situación que haya suscitado algún tipo de drama. ¿Por qué debería?. Bueno, sí, porque de hecho estoy escribiendo al respecto, dirá usted. O no, que esto no es más que un hecho descriptivo en esta bitácora de viaje. 

Lo que quiero decir es que son los primeros pasos hacia un tiempo nuevo, donde el cuerpo comienza un proceso de decrepitud inevitable, y eso en definitiva, nos da una perspectiva también nueva de todo. Hay una mirada mucho exahustiva cuando uno se pone frente al espejo y algunas señales comienzan a hacerse visibles más en la vorágine de pensamientos que en la fotografía diaria antes de cepillarse los dientes. Esos pequeños brillos que se traducen en pequeñas canas, por ejemplo. Pero es un detalle. Que ni bien lo pones en palabras frente a otros, te das cuenta que eres tal vez el último que lo ha notado. Y comienzas a hacer planes. Porque si todo va bien, todavía falta. Lo jodido es no dejarse llevar por la tristeza. Es el gran desafío, claramente. Lo bueno es que empezar a ponerse viejo trae consigo el peso de lo vivido y ese peso significa firmeza en desveladas horas de introspección; cada vez son menos las dudas y las certezas tienen una cordialidad que parece que te abrazan un poco el alma. Una vez escuché un tipo en la radio que dijo y nunca lo olvidé: la experiencia es un peine que te da la vida cuando te quedás pelado. Puede ser. A veces pienso que me hubiera gustado tener esta nueva facilidad para aprehender nuevos conocimientos cuando fui joven. Es cuando empiezan las preguntas inútiles, el ¿qué hubiera pasado si?. Agraciadamente, cuando por fin comprendes que no hay otro tiempo que importe más que el de hoy, esas preguntas se desvanecen como una música que se aleja, como un texto al que sabes que puedes darle mil vueltas más, pero que debes ponerle un punto final, porque la vida sigue.




sábado, 8 de julio de 2017

Lo que llamamos Cielo

El cielo es la patria y el exilio de los que sueñan.
El consuelo del abismo en la diaria cornisa del mundo
espejo de los suspiros, eco silente de maldiciones, refugio secreto,
un país de emociones que se rebelan en constante cambio.

Vereda vieja, esquina de los anhelos. Somos cielo vos y yo.
Y usted.
 Y aquél.
Y la señora que compra y se queja 
y los pibes que pedalean en bicicletas de algodón en un mar de soledades 
pintado en ólea y ceremoniosa combustión.

El cielo es la matriz de los poetas, 
el paraíso de la ciencia, 
la infantil morada de los conformistas, 
la ecuación de los días, 
la elegancia del velo, nostalgia, inspiración y vuelo.

Es cielo el final de la jornada, el matecito de la mañana,
la complicidad de la madrugada, el desvanecimiento total de las distancias
la infinidad salvaje y descontrolada; 
la risa cordial de Doña Amalia

y el silencio que rompen los zorzales al alba.

jueves, 6 de julio de 2017

Un Ciego guiando a los Ciegos

Andaba yo en la búsqueda de documentales para ver. Uno se cansa a veces de las películas, y sobre todo de la televisión. Y los temas que se tratan en los documentales de televisión no siempre son tan interesantes y hasta resultan repetitivos en su temática y oferta. Notes of Blindness la encontré como quien encuentra algo que intuye puede llegar a ser interesante, al fondo de algo, en el momento aquél donde la búsqueda ha perdido ya casi todo su interés. Apenas si recuerdo mientras escribo....qué fue lo que leí en la breve sinopsis que acompañaba la imagen del póster. El asunto finalmente no pasaba de un hombre, y su ceguera. Y con ello me bastó.

Unos días después, una tarde luego del trabajo, sin nada qué hacer, me saqué el calzado, me eché cómodamente sobre la cama y en el silencio y la soledad momentánea de mi hogar, me dispuse a ver el documental.

La gratísima sorpresa es desde el mismo comienzo, cuando con fondo negro me explican de qué se trata. Son audios, cassettes, donde se escuchan las cavilaciones de un profesor de teología que debido al desgarro de la retina, va progresivamente perdiendo la visión hasta quedarse completamente ciego.



El hombre habla pausado, con cadencia poética y una dicción de docencia, experimentada. Es sumamente agradable escucharlo, a pesar de referirse con profunda tristeza e indagación a su condición trepidante. Sus palabras son acompasadas por una cinematografía maravillosa. Hay un actor que lo representa, también a su esposa, sus padres (vagamente), y sus hijos. Todas las escenas son interpretadas con gran belleza y elegancia, con mucho acierto. Los actores no dicen todo el texto, apenas se sincronizan en breves pasajes, como afirmando. Los cuadros están cuidadosamente pensados y filmados, la luz es protagonista absoluta también, con su respectivo juego de sombras. La fotografía es exquisita.






Lo recomiendo fuertemente, hasta me gustaría obligarl@s a verlo. Yo me lo he guardado con afecto, para echarle otra mirada más adelante, porque realizaciones tan profundas y sentidas, que hacen que conectes todos los sentidos mientras las ves, deberían verse (y ojalá realizarse) cada tanto.

martes, 4 de julio de 2017

Mientras tanto

Es un camino pesado y doloroso
el cual yo 
sólo pude recorrer
gracias 
a tu dulce y saludable compañía.

Es por eso
que te ofrezco mi propia compañía
ahora y cuando comience 
tu propio, 
pesado 
y doloroso camino.




sábado, 24 de junio de 2017

500

Por aquella época había comprado recientemente un televisor de 21" y un reproductor de DVD. Vivía solo (aunque almorzaba en casa de mis padres), tenía un poco más de una veintena de años. Me gustaba (y todavía hoy) mirar muchas películas, ya incluso desde la época de los VHS. La tienda donde alquilaba no quedaba muy lejos, pero de todos modos, iba en auto: un Fiat 128 Super Europa azul, una máquina. Hacía poco que también había empezado a conducirlo, así que cuando salía y debía ir a un lugar en concreto daba algunas vueltas para tratar de dejarlo estacionado cerca de las esquinas, donde no tenía que hacer muchas maniobras ni para estacionar, ni para salir.

Así fue que conseguí el particular lugar a dos cuadras de la tienda donde había ido a alquilar un par de películas. Me bajé, y en el movimiento veo sobre el esfalto un papel de forma rectangular. Reconozco inmediatamente el rostro de Benjamin Franklin impreso. Lo alzo pensando que es una de esas invitaciones a cumpleaños que si girás te encontrás con los datos donde será la fiesta; y lo pensé porque hacía poco había recibido una invitación así justamente. En esos segundos entre que ví el papel y mi mano lo tomó finalmente jamás se me pasó por la cabeza la idea de que el billete fuera real. Pero así lo era. Un billete de 100 dólares tirado en la calle, justo debajo de la puerta de mi Super Europa azul, mi máquina. Cuando cierro la puerta del auto finalmente, distingo que cerca...


...hay otro. 


 Y cuando me acerco para alzarlo, más cerca de allí todavía, 
prácticamente debajo del auto, hay otros 3 billetes más. 

Y son todos de 100.

Me siento un poco abrumado por la ¿suerte?, por la situación. Recojo apresurado todos los billetes con gesto corporal fingido, como si se me acabasen de caer (?). Me los guardo en el bolsillo y ensimismado me dispongo a cruzar la calle, no sin el creciente temor a que se me acercase corriendo el supuesto dueño del dinero, que había podido verme mientras recojía el dinero y aliviado me llamaba para su devolución. Pero eso no pasó. Después de haber cruzado la calle, miraba de reojo y el corazón galopaba. La vista firme al frente, nervioso pero inmutable. Caminé toda una cuadra hasta llegar a una esquina, desde donde ya podía ver la tienda de alquiler de películas. Y mi auto. En esa esquina, todavía al día de hoy, hay un quiosco. Entré a comprar unos caramelos. 

Cuando salí, me quedé parado quitándole el envoltorio a uno de los caramelos mientras lentamente dirijía la mirada hacia donde estaba estacionado el auto. Con la falsa esperanza de distinguir en la distancia la figura de una persona buscando precisamente el dinero. Pero no había nadie. Todos los transeúntes iban inmersos en sus propios mundos. Aún así, me quedé por espacio de unos 15 minutos. Me comí algunos caramelos, y con el ritmo cardíaco un poco más bajo, caminé por fin hasta la tienda de alquiler de películas. Allí estuve otro buen rato, posiblemente una media hora. Una vez retirado del lugar, me detuve otra vez en la esquina del quiosco. Y me quedé otro rato más. Tampoco había señales de personas que hubieran extraviado algo cerca. Así que fui hasta el auto. Los últimos metros, otra vez el corazón casi que se me salía del pecho. El temor de la sorpresiva aparición del dueño del dinero. 

Si antes de haber entrado a la tienda de películas hubiera visto y sentido que una persona buscaba con desesperación, creo que me hubiera acercado con el dinero. Todos los billetes eran correlativos. Y eran bastante nuevos. Como recién sacados del banco. Imaginaba que la operación había sido realizada por alguna necesidad.  Pero otra vez, nadie. 

Así que me subí el auto y conduje hasta mi casa. Y cuando entré, estaban mi padre y mi madre sentados alrededor de la mesa mirando la televisión, era un día sábado recuerdo. Les conté inmediatamente lo sucedido. Con emoción. Ellos no lo podían creer, observaban y tocaban los billetes como si resultasen falsos. Pero no. Me había encontrado 500 dólares tirados en la calle.

Allí nomás, le di US$100 a mi madre y US$100 a mi padre. No los querían aceptar, pero insistí, y finalmente los aceptaron. Con los US$300 restantes, al otro día fui a una tienda de instrumentos musicales y me compré una Fender Stratocaster, algo que siempre había querido. Que con el tiempo, y por esas vueltas de la vida, me la robaron. Lo que fácil viene, fácil se va solía decir mi Viejo; pero esa..., es otra historia.

miércoles, 14 de junio de 2017

Dos Minutos Antes

Cebado con el aura que me quedó después de ver Paterson, tenía que ir a comprar algo para llevar al trabajo y luego retirar a mi hijo del colegio. Con todavía las imágenes de la película dándome vueltas en la cabeza, y abstraído totalmente por efecto refrescante que me produjo, me sentía sumamente receptivo. Ya conduciendo y observando, luego hubo que caminar algunas cuadras, entrar a un supermercado y finalmente regresar al auto. Una vez sentado, escribí unos versos en el celular:


Me gustan los días donde
las nubes cierran filas
y los zorzales
anuncian lluvia.

Toda la acústica urbana
que de pronto parece 
lejana.
Y tenemos sopresiva 
conciencia de ser esta vez
el eco.
Y los pensamientos
que se desvanecen como tal.

Hay un zorzal sobre 
un manzano 
y otro al final de un poste de luz
sinfónicos, acompasados,
firmes.

Yo
me quedo en el auto
porque he sido demasiado meticuloso
con el tiempo
para lo que debía hacer,
tanto
que ahora me sobra 
como si acaso sobrara
alguna vez,
como si acaso
existiera 
el tiempo.

El sonido trasante 
de los automóviles
el ensimismamiento de los
transeúntes solitarios
la risa cómplice de tres amigos
un perro que ladra 
a la distancia,
eco también
pero sin saberlo.

Me gustan los días así
cuando lo imperceptible
se amplifica y recién
ha comenzado a llover
dos minutos antes
de terminar de escribir
unos versos. 

A lo Paterson

Con el ritmo de alguien que dicta un texto que va ser escrito a mano es que Paterson te mantiene absorto y atento. El tipo escribe (así su) poesía. Vive con una morocha divina y todos los días se levanta a la mañana para ir a laburar, es chofer de bondi. La película se desarrolla en el transcurso de una semana, empero suspendida en la contemplación de la cotidianidad ordinaria (y extraordinaria) de cada día. 
 He allí la escencia, en el instante, en la eternidad del instante y absorver para luego decantar en versos (escritos a mano, en un cuaderno). Toda esa atmósfera está presente durante todo el metraje y todo gira —obviamente— en torno al personaje. A quienes gusten de la poesía, les va a gustar; o diré más, creo que está dirigida hacia ellos. Pensaba yo que quienes no tengan relación alguna con la poesía, tal vez se aburran como un burro. Pero, conjeturas: aparte.

Hay una pequeña gama de personajes que tiene relación rutinaria con Paterson. Cada uno de ellos parece escapado de alguna obra de teatro para darle ¿color? a las horas nocturnas de su tiempo libre. Hay una sencillez decididamente marcada con respecto a esto, y otra vez la cita de la cotidianidad, los temas comunes que usted y yo podríamos conversar con el tipo que nos sirve una cervecita en el bar de la esquina todas las noches, o esas amistades que no son tan frecuentes ni tan amistades. Es echar un vistazo a pequeños submundos.

Un tratado de la soledad acompañada.

sábado, 10 de junio de 2017

El Ispa

País.¿Qué es un país? ¿Hasta dónde llega un país? ¿Desde qué lugar (de un país) podemos referirnos con autoridad y hablar del país?. Como si ese lugar fuera todos los lugares, y en todos los lugares del país ocurriese lo mismo. Lo bueno, lo malo, lo dantesco, lo maravilloso del ser humano argentino. Viviendo a casi 2000km de la capital de mi país, donde a través de los grandes medios de comunicación se nos vende la idea de país; suelo escuchar o leer testimonios o declaraciones con una liviandad asombrosa acerca de lo llaman país. De tanto repetir la palabra, se desvaloriza profundamente, y lo lamento.

Este país está surcado por diferentes geografías muy disímiles entre sí. Tiene una verticalidad además, que hace que las corrientes atmosféricas distingan a cada zona con un clima único y particular. La lejanía de muchas de las provincias con la capital y su lógico desarrollo ha relegado de alguna manera el carácter de cada provincia. Todos estos factores (y muchos más, obviamente) manifiestan una marcada influencia en el ser y hacer de sus habitantes. Sus formas de hablar, su manera de expresarse, su cultura, etc. Si bien los argentinos tenemos una idiosincracia que nos une desde una raíz muy compleja, siempre ha habido un claro contraste —en el imaginario colectivo— entre quienes viven en la capital y los que NO viven en ella. De allí que a los que no vivan en la provincia que acoge la capital se nos llame "el interior" o "del interior"; de hecho si uno mira el mapa puede verse a la provincia de Buenos Aires como una protuberancia hacia el mar. Tal vez por eso el resto es diferente, es otra parte, como añadida. Ha habido desde siglos pasados una mirada despreciativa hacia todo lo que no fuera la capital: en aras del desarrollo histórico, la zona desde donde yo escribo estaba llena de bárbaros, a los que había que degollar para ahorrar balas, sólo por poner un ejemplo. Esa mirada ha perdurado en un nervio muy profundo, aunque ahora lo despreciado esté a algunas cuadras, donde los bárbaros se aglutinan en villas o barrios carenciados. Allí también late el corazón abstracto de un país.


A través de las frases repetidas, las historias contadas por años, de generación en generación, los contrastes trascienden y volvemos a empecinarnos en repetir las mismas frases y las mismas historias. Desde cierto desconocimiento absoluto, el argentino por lo general toca de oído, pero toca todo. Este país es una mierda— se puede escuchar, imagino, en cualquier parte del país. Las injusticias características de una sola persona en una situación muy en particular justifican de manera inobjetable que todo el país sea una mierda. Hay que ver que pueden haber situaciones que el habitante más lúcido y objetivo tiende a perder todo juicio de razón sobre lo que es posible ver en este ¿país?, eh. Pero lo que vemos y escuchamos por lo general es una idea que se construye en el imaginario colectivo a través de los medios de comunicación, sobre todo, lo que vemos en la TV. Si hay algo que nos une a los argentinos, es la TV, y nos une a la misma hora y en el mismo canal, muchas veces. Y la TV, se hace en la capital del país. Cierta argentinidad abstracta se crea y se digiere a través del eco de lo expresado en los medios: sean noticieros con miradas obsecuentes, series donde los actores (directores, guionistas, realizadores) intentan reflejar a su vez el imaginario colectivo, la idiosincracia desde una historia de ficción, documentales y, decididamente, programas de entretenimiento.

No tenemos idea de país. A mí me gustaría viajar y recorrer todo lo que pueda de mi país. Si viajar enseña, imaginate viajar y conocer las diferentes regiones y gentes y realidades de tu propio país. Ojo, que yo he viajado algunas veces a la capital y mi experiencia (pequeña) no fue muy buena. Cuando sos "del interior" estás a otro ritmo. Se vive a otro ritmo, y eso que es el mismo país. Y el del interior posiblemente guarde los mismos vicios (por no llamarle rencor) y se refiera a los de la capital con el mismo desprecio. O acaso no son todos "porteños"?. Somos brutos. Somos todos bárbaros, je. Hablamos desde un desconocimiento casi total. Una simple idea nos da la anchura intelectual para referirnos a todo con una autoridad sinigual. Es un error, creo yo. No creo que este país sea una mierda. Creo que hay gente de mierda, como en todos los países, el problema es social, es cultural, es humano. La falta de moderación y de respeto son enormes. Estamos cruzados por una crudeza voraz que a su vez nos hace vanagloriarnos de actitudes incomprensibles. Somos el eco de nosotros mismos y lo que repetimos con arrogancia y sometimiento rebotando en una latita vacía de paté en la oscuridad de los tiempos. Somos un cliché. Este país se va a la mierda.


miércoles, 7 de junio de 2017

LIFE: otro octavo pasajero

 

Voy a animarme a decir lo siguiente, sabiendo que puede resultar para algunos una exageración, o una osadía; o una estupidez: LIFE es la posibilidad de volver a sentir una tensión magnífica como no era posible desde ALIEN: EL OCTAVO PASAJERO. ¿Es una copia? ¿Acaso un homenaje? ¿Cuántas películas son hijas desconocidas de la saga ALIEN?. Una tripulación a bordo de una nave en el espacio exterior es sometida al acecho de una criatura tan letal como desconocida. Claustrofilms que a veces funcionan por mérito propio: pocos. LIFE es definitivamente uno de ellos. O el único tal vez, una excepción a la regla —¿cuál regla?— no lo se, es un decir.

De los rostros rutilantes del firmamento de Hollywood y al menos en mi caso, son reconocidos los de Ryan Reynolds y el casi infalible Jake Gyllenhaal; el resto todos desconocidos, lo cual no me parece un dato manor, ya que creo que la poca familiaridad que se tenga con el rostro o el prontuario fílmico de los actores tiene que ver con la relación que se crea con el personaje que cada uno interpreta, y con ello la impresión que el espectador tenga mientras transcurre la historia en la pantalla. Está el caballero samurai de 47 Ronin también ahora que pienso.

A propósito de la historia, el hecho de construir el drama a partir de la posibilidad de vida en Marte no es ni un hecho ni una posibilidad lejana de estos tiempos. No es lo mismo que enviar una misión para traer a Matt Damon y sus papas marcianas. Marte no es protagonista aquí. La protagonista es una criatura que produce cierto escozor al verla (más a medida que la película avanza), impecable. Y ya que nombré a The Martian, se puede incluir a LIFE en esa nueva elite de películas respetables sobre ciencia ficción, como lo son Gravity, Interestellar y Arrival, vale decir.


Desde que comienza y hasta el final, el nivel de tensión siempre está in crescendo y nunca decae. Todos los personajes están muy sobrios y eso permite extrapolar cada situación, que siempre es llevada hasta el límite y así disfrutar notablemente la tensión. Todas las escenas donde presenciamos el espacio exterior son tan verosímiles en tanto y en cuanto estemos relacionados con este tipo de películas y sepamos considerarlas. No diré nada respecto del final, ya que en los finales es donde la impresión más personal se choca con la subjetividad y lo que el director sugiere desde su impresión más personal. Estaremos de acuerdo en su elección o no, pero como sea, la hora y media que dura la película y la tensión (aunque suene demasiado reptitivo) a la que somos sometidos es una maravilla.


martes, 6 de junio de 2017

El Faro de las Orcas

En una cena con amigos, un flaco me contó una historia que conocía de un viaje por el sur. Un tipo que con una armónica se metía al mar y atraía así a unas orcas y lograba quedarse cerca de ellas. Dijo que hasta habían hecho una película con la historia del tipo, me propuse recordar buscarla. Cosa que olvidé completamente al terminar esa noche.

Pero hace un par de días la encontré. Y no recordé la historia aquella en esa cena recién hasta algunos minutos después de iniciada la película. Un coincidencia pintoresca. O un juego de la memoria y de la intuición a la hora de decidirme a ver la película, porque no me sentía muy seguro, pero "algo" me animó.


La historia transcurre en la Patagonia, en la costa atlántica en la provincia de Chubut, en la República Argentina. Un detalle que también sirvió, es agradable ver cine nacional filmado lugares que si bien no he visitado, me resultan de alguna manera familiares por su parentezco geográfico con otras zonas de la Patagonia que sí conozco. Furriel es un guardafauna un tanto problemático que vive sus días en una cabaña al pie de un faro, y es visitado por un niño autista y su madre divorciada en busca de algún remanso para la condición del niño.

Furriel caracteriza a Roberto Bubas, un biólogo marino que cuenta: 

"Estaba tomando datos para un monitoreo científico de las orcas que visitan la Península Valdés, con fines de conservación. Y me metí al agua para estar más cerca y poder dibujar la forma de sus aletas. Un día, de un grupo de cuatro orcas, una se acercó a la costa donde yo estaba y me dejó un manojo de algas ante mis pies. Interpreté que querían jugar. Les tiré las algas mar adentro, las fueron a buscar y me las volvieron a traer. Así pasamos horas jugando. Me metí en el agua y nadé con ellas. Todos los días, después, a la misma hora, me buscaban para jugar. Así empezó el vínculo."

La increíble relación con las orcas salvajes sorprendió a los científicos del todo el planeta y lo llevó a ser protagonista de un documental en Animal Planet. Las imágenes que lo mostraban acariciando las orcas y metiéndose al agua con ellas, tuvieron un efecto casi mágico en un niño autista de nueve años. El pequeño se paró frente al televisor y tocando la pantalla gritó: "¡Yo, yo!". Fueron las primeras palabras que los padres escucharon de su hijo. Emocionados decidieron llevarlo hasta "el fin del mundo" para que pudiera conocer a ese guardafauna de la Patagonia. Creó un lazo con el niño y lo ayudó, en medio de la naturaleza que tanto ama, a conectarse con el  mundo. Esa relación lo inspiró a escribir un libro: "Agustín corazón abierto".


 La película cuenta con una fotografía soberbia. La amplitud y majestuosidad de los paisajes patagónicos ayuda. Tal vez lo más flojo sean los momentos (no todos) donde las orcas cobran protagonismo y éste sea reflejado a través de la animación (animatronic), pero con la certeza de saber que es un cine que no cuenta con un presupuesto hollywoodense para este tipo de trabajo, sale airoso de la apuesta. La trama es un cuento con una estructura prolijamente respetada, con actuaciones que sostienen cada hilo dramático que termina conectando a cada uno de los personajes, todo con un ritmo que no decae.

La historia apunta al lado más sensible del espectador, huelga decirlo; por lo que si usted se siente inclinado hacia ese lado con respecto a cierto estilo de películas, yo creo que la va a disfrutar. Yo sólo conocía de la historia lo que conté al principio. Ahora, si usted gusta por descubrir más acerca del personaje detrás de la historia, imagino que como espectador, su opinión será seguro, más allá de la obvia razón personal, un tanto distinta a la de quien suscribe. en tal caso o no, le dejo algunos enlaces donde puede leer más acerca de la historia de Roberto Bubas:




 

viernes, 2 de junio de 2017

Él, Daniel Blake

Uno siente por Daniel Blake una empatía casi inmediata. Ni siquiera se lo ve en pantalla, sólo se lo escucha de fondo (con el fondo negro) responder algunas preguntas, y ya la intuición se manifiesta como una premonición. Una de las buenas.

Su empatía anida en los lugares comunes, allí donde todos quienes hemos estado a merced de la burocracia laberíntica de los sistemas de salud sabemos lo que se padece, más allá de la enfermedad misma. La personificación de los dos principales protagonistas es simple, sencilla y por ello, magnífica. Un trabajo actoral exquisito. El decorado social que se transluce a lo largo de toda la película se podría decir, es casi imperceptible; pero allí está, hay escenas que dejan echar un vistazo a cada uno de los problemas que (nos) acontecen cuando en determinadas situaciones de nuestras vidas, el Estado dice o debería decir: presente. No es necesario saber de economía política ni de la situación histórica en la economía política del país donde transcurre esta historia, en la ciudad de Londres, más precisamente.

Daniel es un personaje entrañable ya a los 15 minutos de transcurrido el film. Katie es el nervio más sensible tal vez, junto con sus dos hijos. La cotidianidad a lo largo de toda la película logra un ambiente de comodidad visual que transmite muchísimo. La historia está contada con una cadencia hermosa y la edición es genial.

Sólo tengo elogios para I, Daniel Blake, y no quiero más que decirles que si llegan a encontrarse con la oportunidad de verla, no se la pierdan.



"No soy un cliente o un usuario de servicios.
No soy un haragán, un parásito,
un mendigo, o un ladrón.
No soy un número de la Seguridad Social,
o un punto luminoso en una pantalla.
Pago mis deudas, nunca un penique menos,
y estoy orgulloso de proceder así.
No me siento inferior a nadie, sino que miro
a mi vecino a los ojos y lo ayudo si puedo.
No acepto ni busco la caridad.
Mi nombre es Daniel Blake.
Soy un hombre...
...no un perro.
Como hombre que soy,
exijo mis derechos.
Exijo que se me trate con respeto.
Yo, Daniel Blake, soy un ciudadano...
...nada más y nada menos.
Gracias."

sábado, 27 de mayo de 2017

Asesinato en Sueño

Tuve un sueño terrible. Algo pasaba en la casa de mi madre, así que me dirigía hacia allí. Me encuentro con una de mis hermanas mayores. Mi madre había asesinado a dos de sus nietos. Ella había sido quien encontró y ocultó posteriormente los cadáveres. No recuerdo bien la manera en que mis dos sobrinos habían sido asesinados, la intuición ahora despierto me dice que fue con un hacha, en un viejo galpón lleno de cosas viejas.

Entrábamos a la casa y mi madre estaba mirando la televisión y cantaba bajito mientras, tenía la mirada visiblemente extraviada, y se hamacaba de un lado al otro. Recuerdo haber sentido muchísima pena por ella. A todo esto, en una imagen siguiente veo que estoy conversando por teléfono con otra de mis hermanas, ésta estaba preocupada con respecto a los asesinatos —mientras yo me preguntaba cómo ella ya lo sabía, si todo parecía muy reciente y tenía la seguridad de ser el único de los hermanos que había sido anoticiado del terrible suceso— y que a más tardar a la noche escaparía de la ciudad en auto con su marido. En ese mismo momento veo que por la entrada de la casa está subiendo un móvil policial, con las luces encendidas. Estamos perdidos, pienso, mientras le cuento lo que veo a mi hermana.

De pronto, luego de terminar la conversación, veo que ha aparecido mi hermano en la escena. Está sentado en un sillón, en silencio, observando la televisión. Tiene un gesto sombrío, pero se lo ve tranquilo. Uno de los cadáveres pertenece a su hija, esto él no lo sabe; no digo nada y el sueño continúa.

Porque ahora están afuera, en el auto de otra de mis hermanas mayores —a quien pertenece otro de los cadáveres— mi madre y con la primera hermana que me encontré, quien los ocultó. Curiosamente estaban las tres metidas en la parte delantera del auto, yo las veo desde adentro a través del amplio ventanal del frente, discuten en una notable incomodidad, pero no veo a la policía, ha desaparecido del sueño por suerte.

También desaparece mi hermano, creo que se ha retirado con el mismo silencio con el que entró. Mi madre con esas dos hermanas huyen en el auto, y  yo me quedo solo. Pero sólo unos segundos, porque siento la llamada de mi padre, desde unas de las habitaciones. 

Mi padre ha fallecido hace poco más de dos años. Su llamado calma toda mi angustia y voy a verlo con gran emoción. Está sentado en una mesa ajeno a todo y me pide que le saque los zapatos, que le aprietan mucho. Voy por debajo de la mesa, y de pronto tengo la conciencia de ser yo dentro de un yo más pequeño, de niño. Le quito los zapatos y veo sus pies arrugados y malheridos por el paso del tiempo y la enfermedad que se lo llevó. Me dice gracias y me lo quedo observando por unos segundos. Él está ocupado viendo la televisión creo, con esa cotidianeidad que tanto se extraña.

No sucede nada más. Sólo que me despierto. Con mucha angustia. Está completamente oscuro y durante esos breves segundos en los que uno sale de un sueño y no se sabe si ha salido por completo pienso en mi madre, en mis hermanas, y en mis dos sobrinos. Me apena muchísimo todo. Y tengo una sed enorme. Hasta que caigo en la cuenta de que me tengo que levantar temprano para ir a trabajar, por lo que enciendo el celular y veo la hora: son las 03:17. E intento volver a dormirme. Cosa que logro con gran alivio.


viernes, 26 de mayo de 2017

Unantes y ¿un? después

Qué curioso que en los momentos más imprevistos uno caiga en la cuenta de su propia finitud, de su mortalidad. No se trata de oscuras introspecciones que nos empujan hacia estados depresivos, sino más bien de pequeños asomos indagatorios al abismo que somos. Son momentos de intensa lucidez, donde la condición humana se manifiesta como una fugaz visión abstracta y periférica de un todo inexplicable, como si de pronto la única pulsión de nuestra existencia no fuese más que un estado de conciencia. Así, puede ser que un simple recuerdo vívido, que se ha mantenido a fuego en la memoria nos asalta como una certeza, como la revelación de un conocimiento: la medida de nuestro propio tiempo; una suerte de conclusión. Un punto que escinde, donde la mirada cambia y adquiere un tono concertador encauzado hacia ese otro estado de tiempo imaginario que es el futuro, lo que nos queda. 

Una escisión que podemos identificar también como un punto de equilibrio. Dar cuenta de la propia finitud es un hecho que se produce por lo general —o al menos en la experiencia personalen la etapa media de la expectativa de vida de un ser humano,  intensificada con la contemplación del desarrollo del crecimiento de un hijo. O la desaparición física de una figura paterna —siguiendo con la experiencia personal—. Este equilibrio se revela en cuestiones que atañen a la percepción y a la comprensión en el uso de la razón como así también del espíritu frente a las adversidades o cotidianeidades que se nos presentan. Es necesario que la carga emocional de la rutina no nos afecte en mayor medida, por ejemplo, porque sabemos cuánto puede eso contribuir al deterioro de la salud.

A no darse manija. A disfrutar el momento. 
Con los pies en la Tierra y el corazón flotando....


jueves, 25 de mayo de 2017

Ausencitas

Como cuando te despertás una mañana cualquiera,
desorientado,
 y estirás el brazo y del otro lado de la cama 
no hay nada más 
que el rastro revuelto de la ausencia. 
Tal vez desde siempre.


O tal vez no
—sentís, aliviado— 
está en la cocina, 
preparando unos mates.

Extracto

(extracto de notas perdidas en el tiempo)
 
Lluvia de verano. Aunque no es verano. Y no se si alcanza para llamarla lluvia. Claro que aquí, al pie de las montañas el verano nunca es verano y mucho menos en estos días. Llueve de noche y el viento acaricia con sexo salvaje las chapas de zinc que aúllan grave en el silencio desestrellado.

Todo el mundo se queja y anda con un poco de mal humor, después, cuando es de día. Que se le va a hacer, yo no recuerdo tan otoñal un pleno enero, con tardecitas frescas con tanta queja y tan sin asaditos a la tarde ni matecito piola bajo la sombra de los guindos en el patio. El clima cambia año a año, la mayoría no tenemos consciencia porque el ejercicio de la memoria se remonta a unas horas o unos días atrás; pero a más a tardar el enero pasado no fue tan feo. Y el anterior a éste fue menos pior. Hubo días en que levantabas la vista y la punta de los cerros estaban blanquecinas, eso significa frío que baja y que se convierte irremediablemente en mal humor.

Y así andamos.



miércoles, 24 de mayo de 2017

Hay Alien allí?

Como siempre, no había visto más que el tráiler de la película, que fue no recuerdo hace cuantos meses atrás. Lo ví sólo una vez, por lo que casi no recordaba mucho del mismo. Algunos comentarios en algunos redes sociales que frecuento dejaban un gusto agrio después de haberla visto, mientras yo todavía debía esperar que proyectasen la película en el cine de mi ciudad, cosa que sucede con bastante posterioridad. Hay que ver que la subjetividad del arte del cine despierta las más recónditas crispaciones en algunos. Yo creo que mucho tiene que ver con las expectativas: las que genera la película como una cuestión lógicamente propagandística; y luego las que se genera uno mismo a través de esta misma logística y, por qué no, el imaginario personal exacerbado por el bagaje que a través del tiempo ha generado esta saga sobre todo. La manija.


Se puede trazar cierta escisión con respecto a Alien. Por un lado está el primer film, con lo que ello significa, es insuperable y por ello, un tesoro visual; y el segundo, un regreso con gloria. Hasta ahí Alien es una cosa, con todo lo que la cosidad significa. Las siguientes entregas van todas en una misma bolsa, productos de la franquicia ($$$). Prometheus es ya una película de otro siglo, más cercana, donde los que hemos sido admiradores de la cultura alien estamos grandes, mas quisquillosos, más hinchapelotas; y por eso ha generado tanta discordia también.

Covenant es entretenida. Mirar la película con la meticulosidad del fan acérrimo y una expectativa sobre-masturbada puede que condicione muchísimo el deleite de sentarse a mirar una (o la) película. ¿Hay que ir a esperar que nos maraville como lo hicieron las dos primeras películas?, si ya se cebaron con la tercera y la cuarta y Prometheus les jodió, no es ir con mucha carga emocional al cine?. Tranqui, loco, ese primer efecto casi narcótico que produjo la aparición de la saga no se va a volver a repetir. Acá siguen rascando la olla y vamos a ver que han rescatado, nada más.


Horas antes de ir al cine, mientras me tomaba unos mates me colgué a ver algunas "críticas" en Film Affinity. Muy variado obviamente el asunto, hasta incluso había uno que había escrito como 30 líneas y ni siquiera había visto la película, y no pensaba verla!; en fin, una muestra de lo que ha generado Alien: Covenant. Si vas a verla esperando que te vuele el coco, lo más probable es que toda esa falsa expectativa te vuelva en contra y no disfrutes un joraca. Sacate esa mochila y andá a disfrutarla. Como ha sucedido con los nuevos episodios de Star Wars, tiene todos los condimentos que debe tener, todos esos guiños que sabremos captar oportunamente y con simpatía, dependiendo de su grado de fanatismo.



Se distingue la actuación de Fassbender, de principio a fin. Y la de James Franco. , mentira. No te calentés, James.

viernes, 19 de mayo de 2017

Polvoritas

Una amasijo de bronca y de desencanto fatal. La política, el fútbol, la cotidianeidad económica, la sensación de que somos demasiados (en la ciudad), el caos inevitable y la convivencia con esa inevitabilidad. ¿Cuánto nos afecta TODO?. Cuando ese todo es difícil de explicar. Pero es TODO. Es una época donde el descontento se siente aún más, como si estuviera flotando en el aire; donde el buen humor escasea agónicamente, entonces somos un reguero de pólvora que se enciende ante la primera chispa. Un montón de pequeños y grandes accidentes a punto de ocurrir, en TODOS lados, TODO el tiempo. Nos afecta muchísimo, estamos conectados aún cuando pensemos que hemos perdido la conexión con el otro.


lunes, 27 de marzo de 2017

La Información Tuerta

El circo que se observa por (y a través) de los medios. 

Los nombres de los jueces que se van asociando (en el sentido de vincularse casi emocionalmente con las diferentes causas) con el gobierno de turno. La confusión que se genera en la sociedad sobre la figura omnipresente de la "justicia", una figura que funciona en realidad en beneficio propio, pero como una entidad regida por hombres comunes, poderosos, con intereses propios. 

La enorme dificultad que se plantea para la opinión pública (y para el Poder Judicial mismo) para disociar estas cuestiones planteadas y pensar en una idea lo más ¿humana? y objetivamente posible de justicia. 

La tendenciosa cobertura de los grandes medios de comunicación, que amparados en la credibilidad que les otorga el manejo monopólico de la información hace que las acciones de jueces que son cuestionados por sus actuaciones por otros medios no hegemónicos, luzcan como la verdadera justicia actuando. Más aún cuando la conveniencia entre jueces, gobierno y estos medios de comunicación es tripartita. 

Cometemos un gravísimo error dejándonos seducir por lo que representa ya una propaganda informativa y no un flujo de información que debería circular a través de distintas fuentes.

Detrás de la confección de un diario o de un programa periodístico hay (como en la "justicia") un grupo de personas decidiendo qué es noticia y cómo se va a presentar esa noticia ante la opinión pública; es decir: intereses.

El gran desafío de informarnos es una causa espinosa, sobre todo en esta era digital donde existen nuevas opciones para realizar un análisis propio de una realidad que padecemos todos de tantas diferentes maneras.

—Se necesita una visión cenital del mapa de la provisión de información. Se necesita una educación de los medios y una firme intuición acerca de quienes están detrás de bambalinas. De otro modo, la opinión pública no es más que una sustancia maleable, que andará a tientas en desmedro propio a merced de quienes ganen sus votos a través de un flujo sesgado de información.

—El camino es largo. Tanto como el antagonismo que nos gobierna.


domingo, 26 de marzo de 2017

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Llueve.

Torrencialmente.

 El ruido del aguacero rebotando en el techo de zinc lo cubre todo con un manto ensordecedor, no quiero subir más el volumen de la televisión, sería inútil. Además es pasada la medianoche, un momento adecuado para dejarse llevar por la monocorde música torrencial.

Es la primera lluvia importante del año y ocurre luego de unos días breves de calor intenso, seguidos por una inusual tormenta. Una semana compleja metereológicamente. Parece que el calor vuelve después de esta lluvia, pero asomado ahora a la ventana del baño puedo ver las luces de neón de la calle y la metralla de agua que cae dándome un panorama para nada alentador. Y entonces tengo la sensación del otoño/invierno, cuando el mal tiempo es incontenible y uno está a merced del clima de esta región del planeta.

Una melancolía de zozobra, de abatimiento. El frío, el viento, la lluvia y el quedarse en casa cuando no hay nada por hacer, en esas horas icómodas. Siempre me he sentido atraído por esa melancolía tan particular. 

Como una tristeza controlada. 

Que sucede cuando llueve.

Torrencialmente.


La Huella Emocional

El recuerdo de la lectura en la niñez es un recuerdo tan firme como abstracto. Le he leído a mi pequeño hijo muchas noches, pero reconozco que nunca fue un ejercicio constante, diario. A veces pasaban semanas sin que le leyera. Eran cuentos cortos al principio y luego íbamos a la librería por cuentos más largos, progresivamente. Si bien a él le gustaba mirar las páginas cuando yo iba leyendo, lo hacía que recostase su cabeza cómodo sobre la almohada y, como premisa fundamental: cerrar los ojos.

La lectura debía desarrollar su imaginación, su capacidad para contarse su propia historia a través de su mente, creando las imágenes que las palabras y el ritmo le sugerían.

Ahora bien, desdoblemos el tiempo. 

Serán esas noches, y sólo algunas, o tal vez una sola —y hasta un sólo momento— el que cuando sea él mayor y yo no más que ausencia sostenida por una selectiva memoria, que recuerde esas lecturas de manera firme y abstracta. 

Tan sólo un momento puede representar una niñez completa de noches y cuentos. 

La huella emocional clavada a fuego en el alma a través de las intrincadas formas que tiene la memoria de intentar mantenernos siempre un poquito más humanos.


lunes, 13 de febrero de 2017

El Ritual de la Banana

La "Banana", esa experiencia veraniega de subirse a un gomón inflable (con forma de banana justamente) donde te pasean por el mar a gran velocidad mientras vas montado sosteniéndote con fuerza de unas cuerdas, hasta que la lancha que te lleva gira bruscamente y salís disparado. Caés al mar. Y te hundís; llevándote para mí hacia otra realidad, hundiéndote en otra dimensión, en tu propia percepción de esa otra realidad, esa otra dimensión.


Y la mía que se manifestó de forma (algo exagerada reconozco, pero así fue) dramática: de escuchar las risas y el sonido del motor a no escuchar nada y sentir la inmensidad del mar y su voraz profundidad. La soledad absoluta por un instante en medio de una masa incomnesurable de agua, flotando sin remedio y sin consuelo, intentando que no me ganara el pánico porque en definitiva uno se sube al gomón para divertirse. Pero no. 

Y no termina allí. Después de esos segundos que parecieron eternos y logré llegar hasta la superficie, con risa fingida doy cuenta que he quedado solo también allí arriba, todo el resto del grupo había quedado ¡del otro lado! de la Banana, y la Banana que flotaba de lado. Intento en vano hacer algún tipo de fuerza para mover el gomón hacia el otro lado (intento "girarla"), pero de ese otro lado estaban haciendo la fuerza contraria y con mejor suerte que la mía defintivamente, ¡tanta!, que el gomón cae sobre mí volviéndome a hundir. 

El chaleco salvavidas me vuelve a subir, pero choco contra el gomón obviamente, que ya flota como debe y me siento perdido de nuevo; y otra vez esforzándome para que no me gane (del todo) el pánico. Giro bajo el agua, quiero ver desde dónde viene la luz del sol. La veo a mi izquierda y nado con todas mis fuerzas...... buscando la luz. Cuando salgo por fin a la superficie puedo ver las caras del resto. Había por lo menos una chica que se notaba que también la estaba pasando mal y eso me alivió. 

Mi suegra estaba entre esas personas —allá está! escucho que dice, aliviada tambień de verme. Nos costó muchísimo volver a subir, no era un asunto para nada fácil. Rato después, ella (mi suegra) me cuenta que cuando sube a la superficie no me ve, entre risas me confiesa la preocupación del momento. Luego de escucharla le digo que yo no me vuelvo a subir nunca más a esa cosa. Así será.