miércoles, 2 de noviembre de 2016

Rescatando al Fotógrafo Ryan

Revisando una viejísima carpeta de mensajes encontré un texto que había escrito como ayuda para una presentación de un trabajo fotográfico de hace un par de años. Siempre me había gustado escribir acerca de la mirada sobre la fotografía, sobre el hecho mismo de hacer fotografía; porque el tema es sumamente subjetivo, y a cada línea surgía una nueva manera de redescubrir la fotografía, como arte, como hobby, como lo que sea que sea la fotografía.

Había recibido la invitación por medio de uno de los organizadores del evento fotográfico en cuestión. Me había sentido no sólo sorprendido porque tomaran cierto aspecto de mi fotografía como potencial de exhibición para el público abierto, sino un poco abrumado por la situación: sentía pánico de hablar en público. Debía presentar un corto (con música) con mis fotografías para ser visto durante una presentación de un día de presentaciones audiovisuales, junto con otros fotógrafos, obviamente; y antes de la exhibición del corto debía decir "unas palabras".

Por aquella época, no atravesaba un buen momento; mucho a mi alrededor me afectaba de maneras inauditas. La muerte lenta y la impotencia que desnudaba, por ejemplo.

Escribía de a líneas lo que imaginaba iba a decir. Creo que todavía debe haber algunas hojas de un viejo borrador que siempre tenía a mano en la mesita de luz, para cuando la noche y su recóndita calma hacían que las ideas se aclararan, o se potenciaran; y yo sentía una lucidez que no tenía ni tengo en otro momento del día. Cada tanto releía lo escrito y me pensaba como un adolescente adolescido por la idea de tener que aprender (con sublime puntería) de memoria esas líneas que se iban amontonando día tras día. Como no era mi época, siempre me ganaba la desesperanza y desestimaba todas y cada una de las palabras; o me inclinaba por la idea de la lectura; o de disculparme por ser un idiota que teme al público y no presentar palabra alguna, o bajarme del evento. En fin, toda esa vorágine de ideas que la desesperanza siempre desencadena.

Finalmente, luego de pasar el texto "en limpio" incontables veces, quedó el definitivo:

Una conjunción de hechos significativos para mi vida personal hizo que la fotografía se convirtiera en la forma más auténtica y placentera para poder expresar y desarrollar mi creatividad. Comencé hace unos 3 años; y desde entonces he prescindido (más que nada por aplazos monetarios y cuestiones de calendario) de cursos y de clases. Me debo mucho, siempre se está aprendiendo en esto.

Me he declarado sí, adicto a la fotografía; y la consumo regularmente a través de la red; lo que se —y que considero muy poco—lo he aprendido viendo, mirando, observando, y leyendo. Creo que tarde o temprano, uno comprende que la fotografía, por sobre todas las cosas, es luz; y es lo que la luz hace o deshace sobre todas esas mismas cosas —aún cuando las maneras de entender esa luz, la fotografía!, sean directamente proporcionales a la cantidad de fotógrafos y amantes de la fotografía que la practiquen, ya sea como un hobbie, como una profesión, como una pasión; y todos los “sión” que se les ocurra—.

Disfruto de la fotografía en general, suelo ir al bosque, suelo subir a la montaña, guardar recuerdos y lo que se me ocurra o tenga ganas de hacer, siempre y cuando sea de la manera lo más creativa posible. Estoy convencido de que la curiosidad de ver casi todo a través del visor de la cámara, es inagotable.

He elegido —y gracias a la generosísima invitación que me ha hecho Diego (Torchia) y todo el equipo que hace posible esta maravillosa muestra, a quienes les estoy muy agradecido por ello— presentarles un lado urbano. La fotografía es un intrumento de la imaginación, nos da la posibilidad de reencontrarnos con una capacidad de fascinación que por lo general perdemos, en la medida en que lo que se pierde, es la niñez. Para mí, la ciudad está llena de formas y escenas y sensaciones que invitan a perderse en ella, y descubrirlas desde esa personal fascinación, a través de la cámara como instrumento de la mirada, de la imaginación.


Huelga decir que de todo esto, debo haber dicho un porcentaje mínimo, afirmándome sólo cuando recordaba los puntos más importantes. Que la voz me tembló como si estuviera diciendo cobardemente mis últimas palabras frente a un pelotón de fusilamiento; pero que allí me mantuve, estoico; hablándome mientras hablaba, diciéndome que deje de mover de manera tan torpe las manos, que deje de llevármelas a la boca; que deje de titubear como un idiota y hable firme y claro. Terminé mi breve alocución refiríendome a mis nervios y a que creía que quienes me habían invitado a estar parado allí hablándoles habían cometido un grave error, lo cual generó unas risas cálidas que ayudaron a salirme del tormento al que estaba siendo sometido. Luego de esto, por fin pude ir a sentarme a mi lugar y ver las caras del resto de la buena concurrencia mientras observaban mis fotos en la pantalla:


 
 
 Debíamos presentar el video en un formato único que tenía que ver con el programa que también debíamos utilizar para realizarlo, cosa extraña. No recuerdo el nombre del programa, pero lamentabemente, la versión que subí a YouTube es de una calidad bajísima comparada con la que aquellos que estuvieron allí presentes tuvieron la ¿oportunidad? de ver.

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