lunes, 5 de octubre de 2015

...And justice for All



La justicia es justicia cuando atiende a los intereses propios, a nuestras afinidades morales, al espíritu que se ha forjado a través de toda nuestra vida emocional y cultural en una idea propia de justicia. La justicia social, nos es muchas veces, ajena. 
 
La introspección, social también, que nos limita —concienzudamente— al alimento diario, a la educación de los hijos, a los placeres terrenales; a una larga lista de etcéteras, no nos la deja ver, no la podemos ver, porque no la podemos abarcar. 
 
No es una tarea imposible, está claro que millones están y son dedicados a la ayuda y acción humanitaria, a la búsqueda de políticas de inclusión, en todos los aspectos que podamos imaginar en el mundo de hoy. Pero el ser humano, en su interminable disyuntiva, es un ser desdoblado interiormente, aún en la eterna dualidad reinante en cada una de sus células; está enfermo de egoísmo, de individualidad. 
 
La rutina, la cotidianeidad y la automatización de esa cotidianeidad, sumado a frustraciones diarias de deseos que no se consuman, de deseos algunos que nos son impuestos a través de la repetición mediática, y nos dejan ciegos del alma, desheredados y lejos más aún del espíritu aquél con ideales de justicia. 
 
Y a través del egoísmo, en lugar de ponernos a pensar en el bien común, como parte de la humanidad misma; la reacción suele y puede ser adversa: si yo no tengo o lo que tengo y me cuesta; por qué deberían de regalárselo a otros?, de intentar construir un mundo, una economía donde quepan otros mundos?. 
 
Lo material nos hace envolvernos en la vorágine del dinero, se piensa con el bolsillo, se razona desde la individualidad misma. Y al fin y al cabo, es también tristemente comprensible.
 
 

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