lunes, 4 de mayo de 2015

Notas acerca de la Fotografía VI - La Emointuición

Lo primero que uno ve cuando tiene ante sus ojos una fotografía a realizar, no lo ve, sino que en realidad lo siente.

La fotografía se manifiesta como una energía, una atracción irresistible. Es, desde ya, una tarea dificultosa para cualquiera que intente describirla con palabras. Aún así: es azarosa, de manera directamente proporcional a la cantidad de fotógrafos que existen en el mundo; y esa energía, producto de ese azar, puede manifestarse en diversas intensidades según el momento en el cual el fotógrafo asume que ha encontrado finalmente la fotografía en la cual así se demuestra ese momento. El ejercicio de la fotografía puede llevar el tiempo que uno tiene y/o ha elegido para llevar a cabo tan maravillosa tarea (y debemos prescindir aquí de aquellos que hacen de la fotografía una actividad laboral, durante los cuales se les exige cierta capacidad de atención que en otras oportunidades resultaría tal vez contraproducente); y durante este tiempo, el desenvolvimiento de tal expresión es diferente en cada caso en específico. El fotógrafo, como hemos dicho en otras oportunidades, establece una relación con el entorno: la calle, la naturaleza, el estudio, donde sea que se encuentre desarrollándose; y puede que necesite natural e inconscientemente un período de adaptación al mismo. La duración (y evolución) de este período es una variable que depende pura y exclusivamente de factores que son menester de la animosidad del momento, hasta que el vínculo se aprehende y se manifiesta a su vez en un incremento del grado de percepción de la persona.

La intuición es la brújula del momento. Y uno entra en un estado de éxtasis, en otro estado de conciencia: la conciencia fotográfica, hermanada inevitablemente con el sentimiento de satisfacción que produce la fotografía, esa dicha inexplicable. No debe haber nada más provechoso en esos dichosos casos que dejarse llevar por ese estado, por ese sentir que no se puede expresar en palabras, y aunar ojo, mente y corazón en pos de ser parte viva de lo que está experimentando fotográficamente; de sentirse privilegiado por (y valga la tamaña redundancia) sentir la emoción que produce la construcción de una imagen; de finalmente, como ente creativo, dejar impresa esa emoción, a través de la mirada.



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