miércoles, 8 de abril de 2015

De pronto: Llueve

Mirá vos, de pronto: llueve. A las seis de la tarde. Sobre ya un colchón de abriles. Sobre las chapas de zinc que van pentagramando las gotas, esa música aleatoria que cobija la espera y el paso de las horas. Te hacés unos mates, los ojos arden: un poco por sueño, y otro poco por la luz de la pantalla de estas exiguas líneas. El televisor de fondo encendido, enmudecido, hay personajes que hablan, y te das cuenta cuánto se habla a través de los gestos, del movimiento de las manos. Qué dicen?. Se ríen. Llueve más fuerte. Bendito sea el zinc y el paisaje sonoro de las alamedas que se mecen por un tímido viento. Hace un rato anduve caminando, hay aquí cerca una alameda pequeña; es un camino de entrada y a ambos lados se alzan centinelas unos 15 o 20 álamos (ahora es que se me ocurre contarlos). Se hizo el crepúsculo hoy, allí temprano, y las nubes van apagando ahora todo aún más prematuramente, parecen apurar el asunto; tengo dos ventanales grandes que dejan entrar la última luz del día, que se funde con la luz de la pantalla y van mezclándose entre las baldosas del piso. El piso está sucio, entonces las sombras que se recortan parecen tristes, pero es suciedad, no tristeza. Los mates se lavan, pero como no hay nadie para notarlo, ni siquiera cambio la yerba, porque el agua todavía está buena. Aguita linda. Pasan rápidos los autos fuera, el sonido de las ruedas sobre el agua del asfalto los delata, es la hora de regreso a casa, hay mucho tráfico, es inútil apurarse. De pronto: deja de llover. Y entonces dejo de escribir.....



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