miércoles, 25 de febrero de 2015

Los Lunes

Los lunes. Los lunes arrancan el domingo a la noche, cuando ya te fuiste a acostar, cuando te estás por dormir, durante esa lenta y sabrosa muerte nocturna, cuando toda la película del día surca el firmamento estelar de tu memoria (o no); y continúa probablemente con la posible secuela dramática del día siguiente. Capaz te hacés mala sangre; porque hay gente a la cual no le gustan los lunes. Capaz no. Yo escribo ahora porque no tengo lunes Y?, bueno, no se, digo,…..que……no ha sido esto así desde siempre, alguna vez mi vida tuvo que ver (léase lidiar) con la púber y febril práctica del estudio, y debí levantarme cada lunes a regañadientes, como todos (cosa que nunca sirvió pensar como alivio). Luego, cuando la libertad acaba y el dinero comienza a trazar los horizontes de los sueños, ni mis días ni mis horarios laborales tenían (ni tienen aún) algo que ver con la media del huso horario o diario laboral, por lo que, como dije, entonces, yo no tengo lunes. O sí tengo lunes, pero el lunes puede ser un jueves, o un sábado, y hasta un domingo; como sea, jamás se siente como el lunes de otros. Ni siquiera cuando mis lunes caen un lunes.

Todas las adjetividades de hastío con las que se lo puede distinguir a este tan particular día, tendrán su origen y pronunciamiento en la obligación, el deber —sin lugar a dudas— de tener (subrayo) que levantarse temprano para ir a los lugares que acostumbran a ir todos los malditos lunes (asumo de pronto la maldición como una cuestión empática, y el gusto azaroso de maldecir cada tanto). Porque es la pérdida semanal de la libertad. Es el tener que, es la conjunción de los males necesarios, el cénit de todas las angustias domesticadas. Y por qué? Supongo que, el lunes a la mañana es el momento superditado a que se active nuestro mecanismo de automatización, y con lo poco o mucho de humanos que nos queda, tendemos a rebelarnos contra ello. Es una revuelta mental que también sucede de manera mecánica cada lunes, es una revuelta automatizada (¿?). Cuánto nos queda de humanos? —me pregunto.

Ese hastío, ese fastidio es una muestra de nuestra humanidad, un arma de defensa. Si no te fastidiara un poco adentrarte al vértigo y la parsimonia de la realidad de los compromisos diarios, si te fuera indiferente todo, se perdería algo de humanidad creo yo; y con ello, uno se volvería peligrosamente una entidad sumisa, apagada. Maldiga sus lunes si merecen ser maldecidos, mándelos a la reputísimamadrequelosremilparió. Ya sabe que renunciar tal vez no puede. Pero bueno, también supongo y quiero imaginar que hay quienes tienen diferentes lunes cada lunes. Por ejemplo yo, que no tengo lunes. Cuando me levanto temprano un lunes a la mañana, me siento un turista en el paisaje de la cotidianeidad de los otros, paseando en cámara lenta. Uno observa como se mueven, hacia donde van y tienen que ir; y si bien me muevo con ellos, tengo la posibilidad de observarlos y de no ser parte. Por eso los lunes no son lunes, o digo que no siento los lunes. Pero a esto a quien le importa, no?, sobre todo un lunes.

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